Este texto es un fragmento extraído de mi libro La Ruta de la Plata, Tomo II, publicado en el año 2011.
El Carnaval, tradición, gastronomía y preludio de la Cuaresma
En todo el Principado de Asturias se celebra el Carnaval o Antroxu. A lo largo de los años ha tenido sus momentos buenos y otros en los que casi había desaparecido. En los últimos decenios del siglo XX el Carnaval, en algunos casos, ha resurgido de sus cenizas.
Jovellanos apoyaba las diversiones populares, diferenciándolas de los espectáculos. Éstos se los dan hechos, así el teatro o las corridas de toros y en cambio las diversiones no: Este pueblo necesita diversiones, pero no espectáculos. No ha menester que el Gobierno le divierta, pero sí que le deje divertirse. En los pocos días, en las breves horas que pueda destinar a su solaz y recreo, él buscará, él inventará sus entretenimientos; basta que se le dé libertad y protección para disfrutarlos.
Por lo general, en Asturias recibe el nombre de Antroxu; otras variantes son Antroxo en Aller y Quirós; Antroido desde Luarca al Eo y Antroiro, también en tierras occidentales y con lejanos vestigios en la lírica popular:
Antroiro, pandoiro
pasou por aiqui
tocando la gaita
y diciendo que sí.
Antroxu. Comienzo y final del Carnaval
La palabra antroxu o cualquiera de sus variantes tiene su origen en la palabra latina introitus (entrada), es decir, acceso a la Cuaresma, ya que después del Carnaval el miércoles de Ceniza marca el inicio de los cuarenta días que, en su día, tenían unas consecuencias no sólo religiosas, sino ligadas también muy directamente a la alimentación, con restricciones en determinados alimentos, en concreto la carne. A las máscaras carnavalescas se les llama antroxos. La palabra entroigo ya aparece en una escritura de arriendo del puerto de Entrellusa del año 1232, perteneciente a la abadía de Arbas del Puerto. Es decir, la antigüedad es notoria.
En Asturias, el Carnaval debía de durar muchos días, casi acto seguido de la Navidad... Hay varias reseñas de lírica y dichos populares que lo avalan:
Antroxu, ya, el día de Navidá.
Otros textos dan por hecho que eran cuatro días:
Sábado freixolero,
domingo lardeiro,
lunes gordo,
martes Antroido.
Con el paso de los años será el martes gordo el día grande de carnaval. Solía decirse: Alegría, Antruejo, que mañana serás ceniza. Es decir, al día siguiente sería miércoles de ceniza.
El Carnaval marcaba un ciclo y pautas para hacer o no hacer determinados trabajos: Las mujeres asturianas comienzan las esbillas en setiembre y se ponen a las hilas cuanto las esbillas se terminan. No suelen darles fin en Navidad, y suspenden el hilar en los díasde Antruejo, aunque vayan a las hilas y lleven los avíos de trabajo, se dedican aotras cosas. De esto cabe deducir que los gremios de hilanderas tenían siete díasen que estaba prohibida la labor; y que tales días eran los de Antruejo (...) y queseguramente es asunto de sustancia religiosa y de liturgia pagana. (Cabal. La mitología asturiana).
La cocina carnavalesca tradicional asturiana
Otra característica del Carnaval son los excesos de comida y bebida; como su nombre indica, la carne es protagonista, justo lo que inmediatamente se va a prohibir con la entrada en Cuaresma. Ya se sabe que el ciclo litúrgico influía –y sigue influyendo– en la vida de los pueblos y en su comida, lo que acentúa el carácter de carnes tolendas del Antroxu. Los platos y elaboraciones típicas del carnaval asturiano han sido y son: el rapón, que es una torta hecha de harina demaíz amasada con agua, sal, cebolla, tocino y pedacitos de chorizo y cocida en el horno. A veces se cubría con hojas de berza. Es típico de la zona que va de Luarca al Eo. En Boal esta torta se llama rapa.
En la zona oriental el menú carnavalesco tampoco se quedaba atrás; así las boroñas eran preñadas, rellenas de chorizo, es decir, el bollu preñáu. En un texto de comienzos del siglo XX se cita ya el bollu preñáu. En Avilés se celebra la fiesta del bollu en los últimos días de marzo. Una carroza alegórica de la Pascua, cargada de bollos y de botellitas de vino, parte de la plaza de la Constitución y, recorriendo algunas calles, se dirige al parque del Retiro, precedido de gaiteros y tamborileros vestidos con trajes regionales. Allí se reparte entre los cofrades elbollu clásico y se come. Es un bollo de pan de trigo que se hornea metiendo un chorizo dentro; al cocerse, la grasa del chorizo impregna la miga... y ¡ya está para disfrutarlo! Aunque en la reseña histórica se habla de Avilés, lo cierto es que se hace en toda Asturias.
Dulces carnavalescos son los buñuelos de viento rellenos de crema y los rustidos, trozos de pan remojados en leche, pasados por huevo batido, fritos y espolvoreados con azúcar, es decir, como unos picatostes de leche o casi la misma fórmula que las torrijas. La carne de cerdo se llevaba la palma en estas fechas, preparada de muchas maneras.
En toda Asturias el postre tradicional son los frixuelos, que tiene más de diez nombres diferentes, aunque todos muy parecidos. Con huevos, leche, harina y sal se hace una mezcla de textura parecida a una natilla y se le da forma en la sartén haciendo unas tortitas. Una receta muy antigua, que sigue siendo la actual, es la siguiente: Se baten los huevos con una pizca de sal; se mezclan con la leche; poco a poco se incorpora la harina hasta lograr un batido ralo y muy fino. Sobre la lumbre se dispone una sartén con el necesario aceite para impregnar el fondo y se va derramando sobre ella la mezcla (el amoado en tierras de Occidente asturiano), con la ayuda de una cuchara de madera, procurando que se extienda bien y resulte muy delgado; al dorar por una cara, se le da la vuelta. Se depositan en un plato y se espolvorean de azúcar; también se comen con miel.
En otros tiempos ya lejanos, se hacían con harina de centeno y se cocinaban utilizando unto de cerdo (manteca rancia) como grasa. No se rellenan con nada, pero son iguales que las crepes francesas (la diferencia es que éstas llevan mantequilla en la masa y la grasa para hacerlas es también mantequilla) y las filloas gallegas de leche. La finura de los frixuelos es su gracia, aunque en algunos sitios, como Tineo, las tortas son bastante más gruesas. Se comen enrolladas y con la mano. Aunque tradicionalmente no se rellenan, se puede hacer con la clásica crema pastelera y flambearlas al más puro estilo francés; es un postre exquisito, por no decir de lujo. En la cocina familiar se utilizan los frixuelos como envoltorio de mariscos o verduras para hacer exquisitos platos salados; eso sí, la masa hay que hacerla sin azúcar.
La dama del Alba, de Alejandro Casona.
La obra de Alejandro Casona, La dama del Alba, es un reflejo de la vida rural asturiana y sus costumbres, que el autor asturiano recuerda permanentemente, ya que vivió muchos años fuera de España. Esta obra de teatro se estrenó en Buenos Aires en el año 1944, y se representó por la prestigiosa compañía de teatro de Margarita Xirgú. Merece la pena reproducir el Acto Primero del libreto, por la descripción de la cocina y de algunos platos entrañablemente asturianos que siguen vigentes un siglo después, entre ellos, los frisuelos o fisuelos.
ACTO PRIMERO
En un lugar de las Asturias de España. Sin tiempo. Planta baja de una casa de labranza que trasluce limpio bienestar. Sólida arquitectura de piedra encalada y maderas nobles. Al fondo, amplio portón y ventana sobre el campo. A la derecha, arranque de escalera que conduce a las habitaciones altas, y en primer término del mismo lado salida al corral. A la izquierda, entrada a la cocina, y en primer término la gran chimenea de leña ornada en lejas y vasares con lozas campesinas y el rebrillo rojo y ocre de los cobres. Apoyada en la pared del fondo, una guadaña.
Rústicos muebles de nogal y un viejo reloj de pared. Sobre el suelo, gruesas esteras de soga. Es de noche. Luz de quinqué.
(La madre, el abuelo, y los nietos Andrés, Dorina y Falín terminan de cenar. Telva (forma reducida de Etelvina), vieja criada, atiende a la mesa).
ABUELO.- (partiendo el pan). Todavía está caliente la hogaza. Huele a ginesta en flor.
TELVA.- Ginesta y sarmiento seco; no hay leña mejor para caldear el horno. ¿Y qué me dice de ese color de oro? Es el último candeal de la solana.
ABUELO.- La harina es buena, pero tú la ayudas. Tienes unas manos pensadas por Dios para hacer pan.
TELVA.- ¿Y las hojuelas de azúcar? ¿Y la torrija de huevo? Por el invierno bien que le gusta mojada en vino caliente. (Mira a la madre que está de codos en la mesa, como ausente). ¿No va a cenar nada, mi ama?
MADRE.- Nada.
...//...
TELVA.- Basta, de esas cosas no se habla. (a Dorina mientras recoge las escudillas). ¿No querías hacer una torta de maíz? El horno ya se estará enfriando.
ANDRÉS.- (levantándose gozoso de hacer algo). Lo pondremos al rojo otra vez. ¡Yo te ayudo!
FALÍN.- ¡Y yo!
DORINA.- ¿Puedo ponerle un poco de miel encima?
TELVA.- Y abajo una hoja de higuera para que no se pegue el rescoldo.
Además del rico pan de hogaza de candeal, cita los frixuelos, también las torrijas de huevo, que, una vez hechas, se remojan en vino tinto y lo que llama torta de maíz, una especie de un bollo redondo de esa harina.
Comparsas, vestuario y siglos de tradición
Como había que aprovechar el momento de abundancia gastronómica, los niños y comparsas iban por las casas rememorando una especie de aguinaldo navideño:
Ángeles somos,
del cielo venimos,
bolsas traemos,
dinero pedimos.
Con el dinero que recaudaban hacían acopio de huevos, chorizos, tocino, pan...y todos juntos lo disfrutaban.
Las máscaras y disfraces son fundamentales en Carnaval. La máscara más elemental era el resultado de tiznarse la cara los mozos y las mozas con hollín o con un corcho quemado. Un poco más de nivel son las caretas de cartón, trapo o incluso madera con unos agujeros para los ojos.
En Malvedo, en Lena, aparecían los zaparrastros el miércoles de Ceniza con esterones y cencerros y un palu pa arrimarse; eran cinco o seis, a quienes acompañaba obligatoriamente el probón, con cesto al brazo y saco al hombro. Recorrían el pueblo, saltando y agitando los cencerros, al tiempo que arrojaban las cenizas que portaban en fardeles. Se asemejan a los zamarrones de Pola de Lena.
Menéndez Pidal, en su obra Poesía juglaresca y juglares, del año 1956, escribió: La voz zaharrón se conserva aún en las diversiones populares de España con igual sentido que tenía en el siglo XVI; entonces decía el doctor cordobés Rosal: çagarrones que otros dicen çaarrones o çarraones, son figuras ridículas de enmascarados que acostumbran ir detrás de las fiestas, procesiones o máscaras, para detener y espantar la canalla enfadosa de muchachos que en semejantes fiestas inquietan y enfadan y así para más horror de éstos los visten en hábitos y figura de diablo, por lo cual en Zamora los çagarrones son llamados diablicalos: Assi que se dixeron de çaga, que es detrás. Claro es que ese detalle de “ir detrás” está traído por los cabellos para dar en la etimología de çaga. Covarrubias, en 1611, no confirma tal detalle, porque no piensa en tal etimología: “çaharrón, el momarrache o botraga que en tiempo de carnaval sale con mal talle y mala figura, haciendo ademanes algunas veces de espantarse de los que topa y otras de espantarlos. Algunos dicen ser nombre árabigo de çahhal, que vale mendigo..., otros que está corrompido de çamarrón, porque suele llevar unos çamarros con una corcobas para dar que reír a la gente”.
La confusión con zaga y con zamarra está ayudada por la tendencia a deshacer el hiato aa y perdura hoy día: zamarrón se llama hoy en Ciudad Rodrigo al bobo de la danza; zamarrón, en Lena (Asturias) y en Redondo (Palencia), a la máscara vestida grotescamente (...) .Los “hacedores de los zaharrones”, o lo que “meneaban safarrones”, debían ser, pues, juglares que en comparsa divertían al público disfrazados fea y grotescamente...
Los zamarrones
Los zamarrones asturianos de Pajares, Zureda, la Frecha, Valle del Ciego, Campomanes y la propia Pola de Lena son comparsas mandadas por un joven, al que dan el nombre de capitán, ataviado con uniforme militar, recargado de galones y estrellas, gorra con alto plumero y sable en mano.
En términos generales, el atuendo del zamarrón se reduce a unos felpudos encarnados y amarillos, a manera de dalmáticas, ceñidas con cornales que sostienen cuatro cencerros en la cintura y otro mayor en la espalda.
El zamarrón de Lena, según González-Nuevo, va cubierto, a manera de dalmática, por dos grandes esterones de esparto, teñidode colores rojo y amarillo, unidos en los hombros y ceñidos fuertemente al cuerpo con las recias correas, denominados cornales, empleadas para uncir las parejas de vacas o bueyes al yugo y sujetar éste al particu del carro. Estas correas las cruzan sobre el pecho y espalda dando varias vueltas a la cintura a fin de sujetar los esterones y suspender de ellas los grandes cencerros que lleva batiendo sobre las caderas. También suelen llevarse los cuatro cencerros en torno a la cintura,suprimiendo los del pecho, pero conservando el de la espalda. Cubren su cabeza con una boina roja y anudado al cuello llevan un gran pañolón de seda de vivos tonos. Sobre los hombros prenden vistosos pañuelos de seda que las mozas del pueblo les ofrendan como galantería a esta demostración... de fuerza y gallardía.Calzan abarcas de cuero cuyas correas enlazan por encima del pantalón hasta larodilla, o en su defecto toscos zapatones de becerro. Llevan en la mano sendos garrotes o palancas, asidos por un extremo; levantados mientras andan moviéndose de izquierda a derecha con fuertes contorsiones, batiendo los cencerros sobre caderas, pecho y espalda, haciéndoles sonar con ensordecedor estrépito.
Los zamarrones debían aceptar todos los obsequios de dinero, alimentos y bebidas que les ofrecieran los espectadores, por lo que, al poco tiempo de empezar el desfile y, a pesar del control y autoridad del capitán, aquél perdía su orden inicial. Pero no sólo eso, sino que si se encontraban en el camino con los zamarrones de otro lugar, la batalla estaba asegurada. Por este motivo, el artículo 15 de las Ordenanzas Municipales de la Villa y término de Mieres, de 1892 decía: Por considerarlo impropio de la cultura de Mieres, se prohíbe el espectáculo que ofrecen los zamarrones hacia la Pascua de Navidad. Los zamarrones de Lena, a pesar de esta ordenanza, se mantuvieron durante el siglo XX, aunque la considerada más animosa de todas, la de Vega del Ciego, hizo su última aparición en el año 1912 o 1913.
Con los zamarrones de Lena guardan muchas similitudes los zaparrastos de Aller. Formaban la comparsa un capitán, dos lanceros de caballería, todos bien uniformados, dos damas, dos galanes y dos o tres zaparrastros, que, haciendo honor a su nombre, iban vestidos con ropa sucia, vieja y harapienta con cascabeles y ancho cinturón con esquilones. Completaban la cuadrilla una pareja de maragatos, él a caballo y ella a pie, y una barredora, bien tutelados de gaita y tambor. Los zaparrastros saltaban para hacer sonar sus cencerros y persiguen a las mozas; los maragatos pedían aguinaldos y la barredora entraba en las casas y barría la suciedad. En su día representaban una comedia y cantaban. Un fragmento de alguno de esos cantos, que realmente es un villancico, es el siguiente:
Buscan los tres Magos
al Rey celestial;
la estrella les dice
que allí había de estar.
Estrella luciente
llevan por señal;
la estrella les dice
que allí había de estar.
Caminan por tierras
de extrañas naciones
y llegan al reino
donde estaba Herodes.
Y en Belén hallaron
Corte celestial;
la estrella les dice
que allí había de estar.
También los guirrios, con un disfraz complicado pero con materiales sencillos, llevaban una pértiga de avellano para poder desempeñar su oficio, que es el de saltar y además saludar a las mozas y regalarle la garapiña, un pomo de madera pequeñito, de tres centímetros de diámetro que llevaba dentro hojas de plantas aromáticas o rapé para hacerlas estornudar. Aparecían el día de Reyes pidiendo el aguinaldo después de representar escenas alusivas a las celebraciones litúrgicas; algunos expertos historiadores afirman que sus orígenes hay que situarlos en los Autos Sacramentales.
Volviendo al Carnaval, la lista de disfraces es amplia y variada; son muy elaborados e incluso elegantes en las villas y ciudades más importantes que en los pueblos y aldeas asturianas. Ha habido en torno al carnaval muñecos famosos como el pelele. al que se le daba mala vida, como mala vida y muerte se les daba a gatos y gallos... Las comparsas animaban el carnaval, haciendo todo tipo de cosas: pedir en las casas, tocar todo tipo de instrumentos capaces de meter ruido, así latas, sartenes, cuernos, pitos... Sin faltar nunca los turullos, especie de tritón que se tocaba a modo de bocina. Se cantaban muchas coplillas con diferentes intenciones, pero siempre con buen humor. El carnaval se daba por terminado la tarde del Miércoles de Ceniza con el entierro de la sardina; en algunos sitios se hacía una especie de juicio, en que el gato o el pelele acababa ahorcado.
(Todas las fotografías fueron tomadas por María Zarzalejos el 30.09.2011 en la ciudad de Zamora.)