Decidí ir a Bacira, pero me la jugué; fui el sábado 23 de agosto, ¡sin reserva! y a las diez de la noche.
Llegamos y todo lleno, pero nos dieron la opción de cenar en la barra. Desde el primer momento la amabilidad del servicio fue notoria. A los cinco minutos, ¡suerte!, habían unido dos mesas para tres personas, y esa reserva se quedó en dos, así que separaron la segunda mesa y nos sentamos.
Decoración sencilla pero muy estudiada , conservando estructuras, columnas y ventanas originales; en una de las paredes varios espejos que aportan el toque vintage.El resultado es acogedor y confortable. La iluminación muy acertada.
La carta se presenta en hojas sujetas con una pinza a una especie de tabla de madera de picar, pero en tamaño mini. En cuanto lees los platos, hay una fusión clara, que no mezclas raras, de términos, ingredientes y especias orientales con términos, ingredientes , especias y hierbas aromáticas españolas. Aviso, ¡no hay shusi!, menos mal.
En los fogones están Gabriel Zapata, Carlos Langreo y Vicente de la Red, jóvenes, entusiastas y con mucha experiencia.
La casa invita, a modo de entrante, una crema de remolacha fría con yogur y huevas de mújol. Me encantó y ,en este caso, Rusia estaba en la mesa, ya que la base es la famosa sopa de remolacha fría rusa, borsch. Una vez vista la carta, pedimos para compartir, tartar de atún rojo, anguila ahumada sobre un lecho de queso ricotta , pulpo a la parrilla ligeramente ahumado con espuma de patata y butifarra negra cortada en láminas muy finas , albóndigas de rabo de toro que fueron servidas por uno de los cocineros, que se encargó de levantar la campana de cristal y airear el humo aromático del plato. De postre, un surtido de tres texturas de chocolates y el pan especiado con mousse de chocolate y helado de naranja .
La carta de vinos muy escogida, con presencia de vinos españoles y franceses .Los vinos espumosos son todos franceses a excepción de uno. El vino que ofrecen por copas es un Ribera del Duero y un Rioja .Nada del otro mundo. Un tercio de copa escaso, 2,50€. Aquí, no me queda más remedio que volver a escribir ,que así no damos a conocer nuestros grandes vinos ni tampoco se favorece el que el gran público los disfrute. Considero que hay que implantar la posibilidad de que, una vez que pides una botella de vino que la pagas porque te gusta, sí no la terminas, te den la opción de que la pongan una bolsa adecuada y que te la lleves a casa. Esto puede sonar raro, pero es de lo más normal es muchos países y en grandes restaurantes. Seguro que sí lo pides, te la puedes llevar, pero conviene que en el restaurante lo avisen.
Hasta el final es trato es impecable y profesional. Ni un pero. Los cocineros se implican no sólo en la cocina, sino que salen a servir determinados platos. Lo que pasa es que se van tan rápido, que no te da tiempo a decirles lo bueno que está todo.
Ambiente normal y de todas las edades. Se está muy a gusto.
La sobremesa la puedes alargar tomando una copa.
Muy recomendable.
El precio medio es de unos 30-35€ por persona, variando según el vino que se pida. Tiene menú del día que cambia semanalmente y menú sorpresa.
Está situado en la calle Castillo, 16. Madrid. Tel. 91 866 40 30
Texto: María Zarzalejos
Fotografías: Cortesía de Aries New Comunicación.
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