Desde tiempo inmemorial se capturaban las angulas en Aguinaga, aunque también en algunos otros ríos del País Vasco se localizaban. En Galicia también se capturaban, pero lo cierto es que son las de Aguinaga las que siempre han gozado de gran predicamento. Es una muestra de cómo aprovechar al máximo todos los recursos que la naturaleza ofrece. Para pescarlas se precisa un farol, un salabardo y una chalupa fluvial. La elección del lugar de pesca variará en función de la corriente, el color del agua, etc. La chalupa se debe mantener contra corriente y se saca el farol por el borde de la embarcación. La luz sirve de reclamo para las angulas y éste será el momento en que se recogen con la bala, un salabardo enorme. Esa misma noche se llevan las angulas a los viveros.
La angula se mata sumergiéndola en caldo de tabaco. Después se lavan muy bien y se cuecen. Una vez cocidas se extienden en aspilleras y se secan al viento frío del invierno. La angula blanca , rubia y casi transparente que se pesca en la ría se mantiene unos días en el vivero unos días hasta que se les oscurezca el lomo, de ahí el nombre angula negra de Aguinaga.
Las capturas son cada vez más escasas limitándose escasamente a los meses de invierno, y en su día abarcaba desde septiembre hasta abril. Los precios que alcanzan las angulas, sobre todo en la época navideña que es cuando aparecen en los mercados, son sólo asequibles para una minoría, ya que el kilo está valorado en varios miles de pesetas. Para sustituir o suplir a estas exquisitas angulas, se lanzaron al mercado las gulas envasadas al vacío, elaboradas con pasta de pescado, con el aspecto casi igual que las angulas de verdad, a excepción de un detalle, los ojos. Las gulas no tienen ojos. Lógicamente la opción por las angulas y las gulas, sólo será cuestión de posibilidades económicas.