El vino en El Bierzo, aguardiente y monasterios.
No hay buena comida sin buen vino. En El Bierzo lo tienen desde hace cientos de años. Incluso se asegura que es aquí donde se dan las mejores condiciones climatológicas y de terreno para cultivar el vino. De hecho, tiene su propia D.O. Bierzo. Geográficamente, se sitúa en una zona conocida como Bierzo Bajo, rodeada por los Montes de León y la Cordillera Cantábrica, ligeramente abierta al suroeste por el valle del Sil, lo que hace que reciba los vientos del atlántico. Ésta y otras circunstancias de terreno, altitud y clima, propicia que en la actualidad algunos de los vinos del Bierzo, acogidos a esta D.O., tengan reconocida fama internacional; un enólogo de gran prestigio como Emile Peynaud ha declarado que los vinos del Bierzo son los más europeos de los vinos españoles. Las uvas tintas autorizadas son la mencía y garnacha tintorera y las blancas son doña Blanca, godello, malvasía y palomino. Los blancos son vinos de moderada graduación, pálidos, de aroma floral y sabor afrutado. Los rosados, de color rosa pálido a rosa fuerte, son muy aromáticos por la presencia de la mencía. Los tintos, con una calidad ascendente, son aromáticos, elegantes, aterciopelados e intensos.
La plantación de viñedos se debe, una vez más, a los monjes. En el caso del Bierzo, hubo un monasterio, el de San Pedro de Montes, inmerso en la famosa Tebaida berciana; desde el año 890 hay constancia escrita de la plantación de viñedos. Pero no sólo afectó esta actividad a las tierras cercanas del monasterio, sino que posteriormente –en concreto, en el siglo XI– sus propiedades alcanzaban La Cabrera, Astorga, La Bañeza, Valdeorras, el propio Bierzo y otras localidades aledañas al Camino de Santiago. Además del vino, que sabían comercializar muy bien, cultivaban cereales y criaban ganado. Hasta el siglo XIII el esplendor del monasterio de San Pedro de Montes por su dedicación al vino fue tan intenso que desaparecieron los campos de cereales y huertas para cultivar vides.
Para aprovechar las raspas, las semillas y los hollejos de la uva mencía, se elaboraba en alquitaras o alambiques el aguardiente del Bierzo, también llamado orujo. Se preparaba en las casas, pero cada vez se hace menos por prohibición oficial, ya que las medidas sanitarias no eran las adecuadas; la verdad es que se siguió haciendo, pero de manera más discreta. De alta graduación alcohólica, 40º, a veces este orujo se convertía en licor de cerezas, de nuez verde, de guindas o de café, añadiendo además azúcar. En el ámbito rural era muy habitual empezar el día con una copita de orujo, un trozo de pan o unas pastas para entrar en calor y salir a las tareas del campo. En la actualidad, hay fábricas de licores en El Bierzo. Los licores de frutas o de otros sabores se degustan después de comer, antes o a la vez que el café.