- Pon en un cuenco la levadura desmenuzada con un cuarto de litro de agua templada.
- Coloca la harina en un cuenco, la sal y vierte poco a poco el resto del agua fría.
- Mezcla bien con ayuda de unas varillas manuales para que no se hagan grumos.
- Vierte la levadura diluída con el agua y mezcla bien.
- Amasa lo justo para hacer una masa homogénea y deja reposar hasta que doble su volumen, tapándola con un paño de cocina grueso.
- Coge porciones de masa y con una mano amasa presionando sobre la mesa pero justo el tiempo para que quede suave y no gomosa.
- Dale la forma redonda con ayuda de las palmas de la manos y ya la puedes utilizar para hacer la pizza que desees.
Si has hecho mucha masa y no necesitas tanto congela en porciones directamente de la masa levada (es decir que ya haya aumentado el doble de su volumen). Las envuelves en papel film y la congelas. Cuando la vayas a descongelar, sacas del congelador las porciones envueltas y las dejas a temperatura ambiente. La desenvuelves, espolvoreas con harina la superficie de la mesa y enharinas un poco las palmas de las manos y la trabajas como se indica en la receta.